La mayoría de seres humanos llevamos a cuestas un individualismo que nos hace ignorar los embates que la vida les profiere a otros, como si ellos fuesen por completo ajenos a nuestro propio destino. En este segundo año de pandemia, todos los días escuchamos de sucesos trágicos que percibimos como un eco lejano que no alcanza a llegar a nuestra cotidianidad. Hoy, al enterarme del fallecimiento de Natalia, sentí, no un eco lejano, sino un potente ruido que nos está despertando a una realidad abrumadora.