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I Curso de Etnozoología: Interacciones humano-fauna y los estudios bioculturales

I Curso de Etnozoología: Interacciones humano-fauna y los estudios bioculturales

 I Curso de Etnozoología: Interacciones humano-fauna y los estudios bioculturales

 

Presentación

El ser humano, sea de manera individual o colectiva, forma parte de un contexto natural y cultural con el cual establece relaciones complejas que involucran no sólo los aspectos utilitarios sino también los simbólicos.  En el marco de estas relaciones, la fauna es siempre un elemento presente, hecho que se observa desde las manifestaciones humanas más tempranas hasta nuestros días, donde adquiere diversas formas individuales o sociales, las cuales se evidencian en procesos como la domesticación y las distintas maneras como se ritualiza a los animales, entre muchas otras (Corona-M. 2011; Corona-M. y Ramos Roca 2015; 2017). En América Latina, durante los últimos años se ha intensificado el estudio y análisis de las interacciones humano-fauna, como se observa en el incremento de encuentros y publicaciones internacionales, regionales y nacionales sobre esta gran área geográfica (Corona-M. y Arroyo-Cabrales 2014; Corona-M. y Ramos Roca 2015).

América es un área privilegiada del planeta, ya que en el confluyen tanto la megadiversidad biológica, producto de procesos evolutivos en, al menos, los últimos cinco millones de años, como la gran diversidad cultural desarrollada en los últimos veinte mil años, a partir del exitoso ingreso de los grupos de humanos modernos que avanzaron en el hasta entonces ignoto continente. Estos grupos en un relativo corto plazo, ocuparon los más de 12.000 km lineales que separan el norte del sur de América; se adaptaron a la gran variedad geográfica y ambiental, dando origen a una de las regiones del planeta con mayor diversidad cultural, la cual se mantiene a pesar de los efectos de la globalización, como se puede ver en los casos de Brasil, Bolivia, Colombia, Guatemala, Perú y México.

Los procesos de adaptación a los ambientes locales dieron lugar, también, al surgimiento de diversas estrategias de subsistencia, como la caza y la recolección, la agricultura, la pesca y las economías mixtas. Estas prácticas fueron un componente central para producir tradiciones culturales, donde algunas se extendieron y dominaron regiones, mientras que otras se preservaron sólo como culturas locales, pero todas ellas dejaron manifestaciones en la cultura material, ya sea como cerámica, lítica, textiles, pintura u otras prácticas, en las que se evidencian el cambio y la persistencia, siempre presente en las tradiciones culturales americanas.

También de estas poblaciones originarias derivan las diferentes prácticas que descubren la gran cantidad de especies endémicas de hongos, plantas y animales, mismas que fueron útiles para la supervivencia y, luego se constituyeron en una  fuente de recursos, que, mediante los procesos de selección, a veces dirigida, a veces  no, generaron linajes particulares de las muy variadas especies que a lo largo del continente  son ahora un componente fundamental de nuestras culturas, entre las que se  cuentan, por ejemplo, los camélidos sudamericanos, los patos peruleros, los pavos o guajolotes, el perro pelón, el curí, la calabaza, el chile, los frijoles, la papaya, la papa, la batata,  el maíz, entre muchas otras.

Posteriormente, un evento que afectó a las poblaciones humanas americanas se origina en los procesos de conquista y ocupación europea, lo que generó también un intercambio transoceánico de especies, además de modificarse los espacios naturales para dar paso a la agricultura en formato europeo y a la ganadería de caballos, vacas, cerdos, chivos y gallinas. Es así como los patrones alimentarios y muchas de las prácticas de los pueblos originarios se transformaron de manera radical, pero tomaron la forma que incluso todavía reconocemos en varios de los pueblos indígenas y campesinos que hoy subsisten en América Latina.

Como resumió acertadamente el escritor colombiano William Ospina en su obra América mestiza, “América ha vivido varios descubrimientos”, y claro, el de las interacciones humano-fauna es sólo uno de ellos, donde se conjugan la intensidad de la naturaleza americana y la diversidad cultural que ha persistido en América Latina.  Con este proceso histórico para el manejo y la domesticación del medioambiente, parte de la diversidad biológica se incorpora a la cotidianeidad humana y a su impronta cultural, donde el recurso natural adquiere significaciones diversas, que van desde cubrir los aspectos más básicos y utilitarios, ya sea como recurso alimentario o terapéutico, o bien como materia prima para la elaboración de artefactos, e incluso adquiere atributos simbólico-religiosos. Con lo cual, todos estos organismos también se pueden analizar como elementos bioculturales, por cuanto son un objeto de estudio donde interactúan tanto su origen como su forma de obtención, al hacer parte de un ambiente o hábitat, a la vez que están determinados por los valores que se les asignan como parte del proceso cultural de las sociedades. Estos elementos bioculturales son dinámicos, ya que también nos permiten explorar desde los procesos de cambio y persistencia en su aprovechamiento hasta los procesos donde se asumen como parte de un patrimonio, ya sea de carácter material o inmaterial (Corona-M. 2017).

En tal contexto, el campo de estudio de las interacciones humano-fauna en  América Latina está frente a un gran reto, pues, a pesar de nuestras historias comunes,  en realidad son escasos los estudios comparativos en el área, y este se agiganta  cuando se intenta comprender nuestros continuos impactos sobre el ambiente y la  diversidad biológica, aun cuando la experiencia del pasado nos ha mostrado que  pueden provocar la caída de grandes ciudades y la transformación profunda de las  culturas (Diamond 2007; Ramos Roca 2014).

El estudio de dichas interacciones se deriva de diversos tipos de información, que van desde el registro arqueológico al etnográfico, donde se pueden observar restos  consumidos o convertidos en herramientas, diversas manifestaciones artísticas  (pintura rupestre, esculturas, etcétera); desde las asignaciones totémicas hasta el uso  de sobrenombres, individuales o colectivos, usadas en el simbolismo, ya sea religioso  o deportivo; o bien, del manejo local de animales que deriva a los zoológicos hasta  el uso como mascotas y las prácticas para la conservación de las especies, entre  otros aspectos. Dichos aspectos se revisan a través de distintos enfoques teóricos y metodológicos, que comprenden tres dimensiones: la cronológica, la geográfica y la cultural (Corona-M. 2011; 2016; Ramos Roca 2014; Corona-M. y Ramos Roca, 2017). En este contexto, interesa resaltar el potencial de una perspectiva integradora y diacrónica, la cual es fundamental para el estudio de las problemáticas actuales que competen a estas relaciones. Creemos que un conocimiento más adecuado de dichas relaciones requiere inventarios regionales con evidencias de las interacciones humano-fauna en una escala de tiempo amplia, para lo cual se hacen necesarias aproximaciones antropológicas, biológicas y arqueológicas y estudios comparativos acerca de los diversos aprovechamientos de los organismos.

La aproximación al estudio de las interacciones entre los humanos y los animales se ha realizado, a su vez, desde distintas disciplinas dentro de las ciencias sociales y naturales, destacándose la arqueozoología y la etnozoología, como los principales referentes interdisciplinarios. Sin embargo, es usual encontrar una desarticulación entre los resultados de investigaciones sobre esta temática que se producen desde los distintos campos, desarticulación que se ve reflejada en una mirada parcial y que, por lo tanto, no da cuenta, en su real dimensión, de las complejidades implícitas en la relación entre los humanos y los animales (Corona-M. 2011; Ramos y Borrero 2011).

Es decir que la Etnozoología transita desde un carácter descriptivo y utilitario, hasta la actualidad, donde se busca la construcción de modelos explicativos para las interacciones de las sociedades y sus culturas con la biodiversidad, las cuales tienen diversos grados de intensidad, y, dado su componente histórico y cultural, sólo pueden entenderse en el contexto en que se crean, llegando a formar interacciones ocasionales pero también lazos indisolubles.

Desde esta perspectiva, la versión más actual e interdisciplinaria pone énfasis en el estudio de las interrelaciones, es decir, las ideas, los procesos y formas de relación, bajo las dimensiones tiempo y espacio, entre los pueblos o poblaciones humanas y las especies y ecosistemas. Con ello queda rebasado el marco cronológico, entre lo etnozoológico y lo zooarqueológico, lo cual ciertamente les permite a estas  disciplinas crear una sinergia para comprender las diversas relaciones que establecen  los seres humanos con la fauna, facilitando la comprensión de una perspectiva diacrónica sobre el cambio y persistencia en el aprovechamiento de los recursos animales  por parte de las culturas (Ellen, 2006; Albarella y Trentacoste, 2011; Ramos Roca y Borrero, 2011; Ramos y Corona, 2017).

Es por eso que esta propuesta, trata de ubicar al asistente en la importancia de revisar desde una perspectiva integradora y diacrónica estas interacciones humano-fauna, pero también dotarlas de un carácter contemporáneo, toda vez que al encontrarnos en plena época del Antropoceno, es muy probable que el registro y estudio de estas prácticas tengan una cierta urgencia, si queremos que queden incorporadas como elementos bioculturales, posibles sujetos tanto de procesos de conservación y continuidad, como para su posible transformación en patrimonio biocultural

Objetivos, General y específicos:

Objetivo general

Presentar los conceptos básicos, tanto teóricos como prácticos, así como los métodos principales y el contexto en el que se desarrolla la investigación sobre las interacciones humano-fauna, como un campo interdisciplinario, integrado y diacrónico que puede formular políticas bioculturales para abordar preguntas y problemas contemporáneos.

Objetivos Específicos

a. Capacitar e instruir en el tema a estudiantes del Semillero en Etnobiología, del Doctorado en Etnobiología y Estudios Bioculturales, así como otros interesados(as) en estas temáticas.

b. Reconocer los antecedentes históricos, conceptos y definiciones para la comprensión de las interacciones humano-naturaleza, y en particular de la fauna.

c. Ubicar los diálogos entre los conocimientos y los saberes tradicionales con los conocimientos científicos.

d. Comprender las dimensiones cronológicas, geográficas y culturales de las interacciones humano-fauna.

e. Presentar las herramientas y métodos para analizar las interacciones humano-fauna.

f. Discutir la definición de elementos faunísticos bioculturales y los procesos de conservación y patrimonialización.

g. Iniciar al asistente en la formulación de preguntas de investigación y protocolos para abordar el estudio de las diferentes interacciones entre las sociedades y la cultura con la fauna.

h. Desarrollar actividades de campo en comunidades campesinas y urbanas para el empleo de la metodología.