La silenciosa caída del Puente del Humilladero de Popayán
Desde que se construyó, el Puente del Humilladero se ha convertido en un monumento emblemático de Popayán. Admirado por turistas y habitantes que lo recorren, esta construcción con el paso del tiempo se ha ido deteriorando. agendapropia.com, cuenta su historia y las problemáticas que lo rodean.
Por: Andrés Córdoba
Se rumoraba que el Puente del Humilladero podría venirse abajo. Un profesor de Ingeniería Civil del Colegio Mayor, cuyo nombre se ha olvidado con el paso del tiempo, lo vaticinaba. Sin embargo, Fray Serafín Barbetti, a quien la ceguera comenzaba a pronunciársele después de 70 años de vida, decidió almorzar debajo del arco principal, mientras se quitaba cada una de las cerchas que sostenían el puente y cruzaban por encima de su calzada, una recua de mulas cargadas con petacas.
Las mulas atravesaron su camino, el fraile terminó su almuerzo, y se quedó varios minutos sentado debajo del puente ante los ojos curiosos de los payaneses. El pronunciado desastre no ocurrió y el Puente del Humilladero se mantuvo en pie, no solo ese instante, sino durante más de 137 años, hasta el día de hoy, cuando cientos de habitantes de Popayán los transitan a diario.
Pese a sus trece décadas de resistencia, actualmente este monumento, que hace parte del sector histórico de la capital del Cauca, se ha ido desmoronando lentamente ante la indiferencia de quienes lo recorren y lo habitan.
El puente del extranjero
Barbetti era un monje franciscano. Había nacido en Novara, Italia, en el año de 1800, cuando Napoleón se preparaba para proclamarse como emperador en el vecino país de Francia, y mientras Europa se alistaba para conocer la primera locomotora a vapor.
Su llamado se hacía desde Popayán, una de las ciudades de la reciente República de la Nueva Granada, con el ánimo de que dirigiera la reconstrucción de la Catedral, la cual había quedado destruida a causa del terremoto de 1736. Su experiencia como arquitecto en las Catedrales de Alejandría y El Cairo, habían sido razón suficiente para que el obispo de la ciudad, Pedro Antonio Torres, antiguo Capellán de los ejércitos de Simón Bolívar en el Perú, le confiaran al fraile dicha tarea.
Así, en el mes de mayo de 1859 arribó a la ciudad Fray Serafín Barbetti para cumplir una nueva misión en su vida. Sin perder tiempo, a su llegada comenzó la reconstrucción de la Catedral, pero los acontecimientos políticos en aquél momento hicieron difícil su tarea.
Tuvo que esperar entonces cerca de nueve años para que, bajo la petición ahora de Don Rafael García, jefe municipal de la cuidad, iniciara en 1868 su obra más importante en la ciudad: La construcción del Puente del Humilladero. De esta manera aliviaría el paso empinado que los habitantes debían hacer entre El Callejón, hoy barrio Bolívar, y la plaza central de Popayán.
Veintidós años atrás, otro extranjero, el ingeniero polonés Estanislaw Zawadzki, había sido contratado por el gobernador del Gran Cauca, Don Vicente Cárdenas, para que elaborara los planos y calculara el presupuesto que se necesitaría para construir el puente, pero las guerras políticas de ese entonces habían frenado su labor.
Serafín Barbetti retomó los planos de Zawadzki y materializó su idea. Tomó cientos de ladrillos de la derruida Catedral por el terremoto de 1736 y otros más de la Torre del Reloj, que había sido concluida en 1862. Así comenzó a dársele forma a la "obra en mampostería", dirá en uno de sus escritos el antropólogo Hernán Torres.
Dentro de las cosas curiosas de la historia del Puente del Humilladero se dice, según Diego Alonso Paz, antropólogo egresado del Universidad de Cauca, que a la mezcla que se hacía para pegar el ladrillo, la cual constaba de cal y barro especial se "le agregaba sangre de buey o de novillos", para que los ladrillos se adhieran más entre sí.
El resultado final después de cinco años de arduo trabajo no pudo ser mejor: "un viaducto de estilo romano con doce arcos, y una longitud de 240 metros", menciona Diego Castrillón en su libro Muros de Bronces. De esta manera se abrió el camino para cientos de habitantes, que ya no debían sufrir por el paso de la empinada cuesta. Así, el 31 de julio de 1873, después de varias críticas y desafíos contra Barbetti y su monumental puente, fue inaugurado con honores en la ciudad de Popayán.
Los embates del Humilladero
El agua del río Molino llegó a cubrir casi la mitad del arco más alto del Puente del Humilladero. Fue la más grande inundación que sufrió, ocurrida el 20 de noviembre de 1928. Las fuertes lluvias de esa época habían ocasionado el desbordamiento del afluente.
Diez años más tarde, la historia se repetía. También para un mes de noviembre, ya en el año de 1938, el puente volvería a sufrir las inclemencias del invierno, cuando nuevamente el río volvió a salirse de su cauce normal. La fuerza de la creciente fue tanta, que terminó por destruir el Puente de la Custodia o Puente Chiquito, sirviendo éste como escudo para proteger el arco central del puente grande y evitar tal vez su destrucción.
Pero esos no serían los únicos embates naturales por los que atravesaría el puente. El 31 de marzo de 1983, Popayán debió resistir el terremoto de 5.5 grados en la escala de Richter. Las iglesias, casas y puestos de ventas de la ciudad quedaron totalmente destruidos. Casi todo había quedado sobre el piso, menos el Puente del Humilladero, que sufrió mínimas lesiones en su estructura.
"Se cayeron unos pedazos de baranda de la parte derecha en el sentido norte del puente, pero realmente no tuvo mayores daños", recuerda Diego Alonso. El puente seguía en pie. A muchos les sorprendía que estuviera intacto, ya que este no tenía -ni tiene- una estructura de metal que lo sostuviera.
El puente que se cae
Como se fuera ya una rutina, Hedwig Hartmann Garcés, directora del Archivo Histórico de Popayán, ha tomado la costumbre de pasar por debajo de los arcos del puente para encontrarse con la realidad: se está cayendo de a pedazos. Cada vez que puede y hace su recorrido por él, se encuentra con un ladrillo que se ha desprendido de la parte superior del puente.
La fuerza que lo llevó a resistir terremotos, guerras civiles, tormentas, inundaciones y otro sinnúmero de eventos físicos o sociales en 140 años, parece estarse acabando. La indiferencia hacia su buen trato y la falta de una serie de políticas públicas para su mantenimiento son evidentes.
Según Diego Alonso, en el año de 1997 "en Popayán se hizo un estudio sobre el estado del puente y se concluyó que era delicado. Se hicieron unos trabajos de restauración de emergencia, pero no fue suficiente, había que hacerla a fondo". Desde aquél entonces su abandono por parte de las administraciones municipales y la ciudadanía ha sido total.
La inseguridad también lo ha invadido. Algunos habitantes del sector, aseguran que después de las siete de la noche, el lugar se hace intransitable. "Hay mucho riesgo de que lo roben a uno. Siempre andan muchachos que se paran por ahí para quitarle las pertenencias a los demás".
Una paradoja que encierra al puente: un abandono dentro de las cientos de visitas que recibe a diario, ya sea de turistas, de comerciantes o de personas que lo transitan con frecuencia. Una indiferencia que no ha permitido ver a las personas que el puente ya se encuentra deteriorado. Pero eso no es todo, para Hernán Torres "después de un siglo largo al servicio de la ciudad, sus arcos centrales se han fracturado".
Torres, afirma que una de las causas son los diferentes eventos musicales que se realizan debajo del Puente del Humilladero; "usar los arcos cardinales del puente a manera de megáfonos, además del sin número de potentes altavoces ha provocado que haya fracturas en las claves del puente. Además debido al fuerte sonido, algunos ladrillos se ha desbaratado y han ido a caer a las tarimas de los eventos".
La estructura también se ha visto lastimada por quienes consumen bazuco, ya que muchos de ellos llegan hasta el puente para raspar sus ladrillos y combinarlos con la droga. Los graffitis, la desarticulación de algunos de sus ladrillos por algunas personas, son otros de los malos tratos que recibe.
Así, para este puente, único de su clase, forma y tamaño, en Colombia, y que representó la entrada principal de la ciudad hace más de cien años, la resistencia de la cal y la arcilla parecen agotársele lentamente, marcando de manera pausada su silenciosa caída.
*Su nombre se dio por una costumbre española, ya que por lo general en la entrada había una imagen o una cruz, entonces la gente hace una reverencia, se humilla, de ahí, Puente del Humilladero.