
Odiseos amarillos
Por: David Bustos.
Tanta lluvia y ningún paraguas a la mano. Aventuras. Aventuras. Encontrar un periódico en el momento justo para sopesar gotas asesinas. Encontrar la tiendita ésta, siempre en algún lado de la cuadra. ¿Qué periódico se mojó? Un Extra olvidado en una silla. Comprar porque se siente un escozor. Extra, el diario de todos. ¿De todos? “Les dieron en la cabeza”. “Se le volteó la mazamorra”. “Los Campo se fueron a acampar”. Qué historias. ¿Ocurrió realmente esto?
Un espacio más para ejercitar el puño, la tinta. Un ejercicio más para construirle a las historias tantas aristas como sea posible. Otra estética, otra sensibilidad. Comenzar a hojearlo. Periodismo, una clase de periodismo, pero ¿periodismo esto? Pensé chocarme con una historia de esas que cuentan los tantos académicos. Un tinte rojo, detalles, el zumo, con ripio y todo, de una perceptiva reportería. Darle al lector un texto cinematográfico de las tantas historias que se cosen y descosen por estas latitudes. Telares enredados.
Para uno de los aventureros del puño y la letra, el periodismo debe narrar, puesto que muchas historias pueden ser mejor explotadas mediante palabras que contadas por imágenes… Tomas Eloy Martínez. Para el diario de todos, el pleonasmo titular-imagen no alcanza a montarse en un navío narrativo. El gran Eloy, que partió hace tan sólo tres meses de su mundo porteño, convertido en total aventurero del lenguaje en sus mejores formas, y quien afirmaba que la calidad y la confiabilidad de la información eran las herramientas indispensables para que el oficio se adaptase a los nuevos tiempos, no encontraría aquí narración. Sensacionalismo, historias amarillas hueras, insubstanciales, donde se abandona el trecho para el regodeo de una narración. Buen periodismo: aventureros de las letras. Telarañas. Eloy. Periodismo. Eloy. Ejercicio. Eloy. ¿Extra?
Titulares imantados, noticias básicas, leves tratamientos, la niña con sus corotos en algún lado, clasificados inverosímiles, y la judicial esperada. Perder las expectativas. Ningún método. El camino trazado por las tradicionales doble u, un listado de elementos del chisme judicial dado sin emoción con aquel elemento de humor que enmascara un drama, pero sin alcanzar a conjugar verbos como lo son narrativizar o ficcionalizar. ¿Una cosa es la academia y otra cosa la realidad? Nada se debe interponer en el libre desarrollo de una buena escritura y se siente mal perder las cuatro monedas de doscientos en un espacio como el Extra, donde se podría hallar un periodismo de color que le diera relatos más vivos a este cuadrado blanco en el que estamos, y no este listado parco de detalles con más comas y puntos. ¿El pueblo sólo se identifica con un título bizarro y su respectivo retrato? Después de darle vueltas al asunto, de atar algunos cabos de este telar, puede entenderse casi como una ofensa. Un pueblo identificado con algo tan poco. El vacío de todos.
Como lo entiende el jefe de redacción, Faundez, en la película Tinta Roja del peruano Lombardi basada en la novela de Fuguet: esto tiene que palpitar, narrar; explotar una pequeña historia cinematográficamente a través de la palabra. Cabe exigir que hasta en este tipo de plazas, el ejercicio periodístico no se ahogue en sus propios mares moteados. Es necesario repensar este tipo de prácticas odiseos amarillos, llevar al límite una narrativa, sin ningún tipo de hechizo perturbador que lleve a producir formas vacías. Superar a Circe. Odiseos de un saludable amarillismo. Odiseos amarillos que despierten un sensacionalismo que ni reconoce, en estos momentos, que tiene estancados navíos.
Adenda:
¡Odiseos amarillos! Recordad la lectura de Bigas Luna: llevad siempre a Ítaca en vuestra mente, pero no apresuréis el regreso. ¡Odiseos amarillos!... o verdes, si les da la gana.