
Una noche de conversa con Arnulfo
Un joven, en su recorrido nocturno cotidiano, decide sentarse a conversar con un hombre al que nunca lo ha escuchado pronunciar una palabra, pero que siempre lo ha visto acostado en una esquina. El diálogo recorre asuntos laborales, deportivos, morales, entre otros. Sin embargo, lo importante es lo que representa esta persona, que es mucho más de lo que está a simple vista.
Por: Jonny Molano
Imagínense una rosa…imagínense un oso de peluche… imagínense un corazón… Tal vez para usted las tres imágenes estén relacionadas con el concepto de amor. Pero qué sucede cuando lo más cotidiano, lo invisible ante una mirada superflua, llega a convertirse en un signo. Qué sucede cuando los personajes no son importantes por sus desdichas o felicidades, sino por su significado ante los otros.
“Había dos maestros -a uno le decían Rene y el otro era Ramiro Cabrera-que a veces cuando uno estaba trabajando se la montaban. Eso se perdía algo y como a ellos no le gustaban los hombre así como yo, entonces me echaban la culpa”. El hombre negro pronunciaban las palabrascon seguridad, sus recuerdos estaban intactos.
Ya era de noche, tal vez las once o doce, no lo sabía. El joven, de diecinueve, tenía un paso veloz, manos atentas, mirada inquieta. Sin embargo, sabía muy bien que pocas veces asaltaban por ese sector, pues un vigilante rondaba por estas solitarias calles. Y aunque un bolillo y un silbato podrían hacer muy poco ante un revolver y unas balas, la presencia del hombre de chaqueta azul le causó cierta seguridad.
Después de un breve descanso retomó: “cuando don Cabrera y Rene se fueron a trabajar a Palace, yo no fui, uno se cansa de que lo traten mal.El doctor Álvaro Caicedo me dijo que por qué no seguía trabajando, yo le expliqué las razones, entonces fue cuando se puso a reír y me dijo que ojalá encontrara en otro lugar” Su voz era risueña, como si le causará gracia los recuerdos de un racismo estúpido, que le intentó arrebatar la dignidad pero solo logró quitarle su trabajo como ayudante de construcción en el ochenta y cuatro.
Otra vez estaba ahí, arropado con un periódico en el andén de la esquina. Su cuerpo recogido, sus manos en su pecho y su cabeza baja, dejaban ver solamente esos ojos de color extraño, tal vez cafés, tal vez verdes. Simón* sabía que era muy tarde, que lo más ortodoxo sería marcharse y volver al otro día, pero la curiosidad no le permitía volver a huir de sus precocesinstintos de joven periodista. Así que se sentó a su lado, mientras Arnulfo González lo miraba con displicencia.
“Yo me llamó Arnulfo y no me gusta hablar de mi vida con nadie”,esas fueran las primeras palabras con las que inició la conversación. Después, empezó a charlar acerca de su eterno amor por Millonarios, el boxeo y el ciclismo. Este hombre indocumentado desde el 6 de enero de 1986, cuando se le perdió la cédula en un torrencial aguacero mientras jugaba fútbol, reflejaba más elocuencia, vivacidad e integridad que muchos de los que caminan por “siniestros ministerios” o portan con orgullo una corbata.
Parecía un comentarista deportivo hablando del Ballet azul, del 4-2 contra el Real, del narco-fútbol, de la copa de clubes, de Di Stefano, de lo que fue y que ya no es, por lo menos futbolísticamente hablando. Continuó con sus boxeadores preferidos: Pambelé, Tyson y Jiménez. De ciclismo dijo saber poco. Pasados unos minutos, le contó que había nacido en “Primavera Chocó,un corregimiento que pertenece al municipio del Mina, el 10 de diciembre de 1950”. Que por cosas del destino, después de prestar el servicio militar en Medellín y Bogotá, vino a parar en Cali y unos años más tarde en Popayán.
Desde que comenzó a visitarla, el hombre de chaqueta café, pantalón azul, maletín amarillo, pelo corto y paso lento,estaba en ese andén de la esquina, donde ahora charlan. Era obvio que ahí dormía, pero lo que no es tan simple deexplicar espor quépara Simón*su historia, aunque no la supiese, le parecía interesante.
Una vez entrado en confianza, Arnulfo empezó a relatar esas historias quenos recuerdan lo caótico y aparatoso de conceptos como la justicia:“cuando me salí de eso de la construcción me fui a lavar carros.Pero a esos ´manes` –Cabrera y Rene- no les fue bien, porque a Cabrera lo cogieron robando esas cosas de la construcción y lo echaron, el propio doctor Caicedo lo pescó en esas. Y a Rene lo contrataron para poner esos tubos del acueducto, y yo no sé que pasó, pero el agua se salió y ese ´man` se fue entre la cañería y se murió. Es que, sí ve, mi Dios los castigó por malas personas”.
Con ese relato finalizó la conversación. Simón* quería seguir escuchando, pero Arnulfo ya estaba cansado y sus palabras lo reflejaban, así que el joven se despidió y siguió con su marcha nocturna. Elhombre apolítico y amante de las “revisticas de vaqueros”se quedó de nuevo solo ante el inclemente frío de una noche de octubre.
Por fin, después de varios meses de recorrer por las mismas calles y de ver al mismo hombre, Simón* se había atrevido a hablarle.Descubrió que lo interesante no era su reumatismo que desde hace seis años no lo deja trabajar, ni que tenga trece hermanos, ni que frunce el seño cada vez que le preguntan sobre su familia. Lo llamativo es lo que representa, que en este caso no tiene nada que ver con la hambruna, la desigualdad, la injusticia u otra de las tantas características de Colombia. Arnulfo representa una larga cita con Sofía*. Y es aquí cuando se revalúa un signo, es aquí cuando los osos, las rosas y los corazones ya no tienen cabida, es aquí cuando un hombre representa un concepto.
* Nombre cambiado.