Las acrobacias de la vida
No podía más. Decidió marcharse después de dos horas seguidas de trabajo en los semáforos de los Hoyos en Popayán. Sus manos ya cansadas, llenas de apoyas por el movimiento de las cintas en medio de los dedos, bajo el sol, los pitos y el humo de los carros terminaron agotándola. No era fácil realizar tantas cosas a la vez, mirar a los ojos del otro, coordinar los movimientos y la expresión del rostro para llamar la atención de aquellos que esperan dentro de sus carros impacientes por avanzar y llegar rápido a su destino.
Por: Diana Checa y Camila Vivas
Maya Sánchez sabía lo que hacía. Ella había decidido que esa tarde saldría a la calle hacer lo que durante seis meses práctico en su casa, encerrada en su cuarto después de haber dejado la universidad. Siempre le había parecido un acto muy valiente, poder enfrentar esas miradas intranquilas, a las que muchos les robaban un minuto de su tiempo, para ganarse la vida.
Tenía 45 segundos para realizar 8 trucos, danzando con sus cintas a lo largo de la calle, ese día quería ir más allá de lo académico, de la glorificación de los autores, pensamientos y corrientes filosóficas de la cultura occidental y de esos salones de clase en los que paso 3 semestres estudiando sociología, para crear un mundo en movimiento, una propuesta orgánica que fuera vista por todos, algo que no se quedara en palabras inmóviles, silenciosas y en el olvido.
Por eso canalizó esas ansias y esos deseos fervientes que le impedían explotar todo ese deseo de transformación social en la universidad, para dejarlo todo en el mejor escenario de la vida, la calle. En el lugar en el que comenzó a autogestionar recursos para para suplir sus necesidades básicas y lo mejor en el lugar en el que si podía expresar y compartir con los demás la otra mirada que ella tenía del mundo.
Fue en la calle en donde comencé, recuerda Maya porque es ahí justamente en donde se ve el mundo de una manera mucho más real, un lugar en donde tengo la posibilidad de crear otros mundos, no a partir de corrientes filosóficas, sino de la vida misma.
15 segundo para recibir las monedas, descansar y comenzar de nuevo. No era para nada fácil danzar con los swings. Su ritmo cardiaco se aceleraba a medida que su cuerpo se desgastaba. Era una mezcla de temor por saber si los movimientos que realizaba los estaba hacía bien o no, y de tensiones al tener que parase frente a esas miradas desafiantes que observan y esperan que el tiempo corriera rápido para marchase de ese lugar. Después de esas dos horas de trabajo, y con el dinero que logró recoger ese día invitó a una de sus amigas a tomarse una cerveza, para poder contarle con detalle todo lo que sintió y vivió ese día.
Sin embargo, en medio de su emoción mientras le contaba sin perder detalle alguno lo que hizo, su compañera la intervino y le dijo: “mirá Maya vos estas hecha para cosas más grandes que “pordebajearte” de esa manera recogiendo plata en los semáforos. Ese es un escenario muy feo para vos”.
Sin embargo, a pesar de las palabras de su compañera decidió ponerse el reto de sensibilizar a la gente y hacerla caer en cuenta de que hacer circo callejero es algo totalmente digno y que es algo que escogió hacer como la forma para auto sostenerse con sus propios recursos y así a viajar a otros países, para aprender nuevas técnicas circenses y venir a Colombia a ponerlas en práctica.
Aun así Maya reconoce que siempre ha tenido que enfrentarme a todo tipo de posturas que van en contra de lo que verdaderamente la apasiona. Su familia estuvo dentro de esas tantas personas que le han dicho que no es la mejor manera de ganarse la vida y a lo que puede dedicarse. El día que sus padres se enteraron de lo que quería hacer, fue muy difícil para ellos, porque a pesar de ser una familia que siempre le ha apostado al arte, su decisión se convirtió en tema de discusión de todos los días.
Lo primero que su mamá le dijo fue que la calle era un lugar en el que se corrían muchos peligros. - ¡claro! ella lo sabe mejor que nadie- porque desde que Ana María Fankhauser llegó a Colombia de Suiza, comenzó a trabajar con los niños del Cartucho en Bogotá.
Conoció todos esos mundos, todos los peligros a los que se enfrentaban a diario los niños de la calle. Ella sabía de la posibilidad que tenían de ser secuestrados, asesinados, desaparecidos, de ser sacados de Colombia como trata de blancas. Su madre conocía toda esa cadena de desgracias que podían ocurrirle, por eso no podía estar feliz y tranquila sabiendo que su hija mayor había decidido tomar otro camino y dejar el estudio para trabajar en las calles, exponiéndose a todo tipo de peligros.
“De alguna manera, mi mamá tenía razón, después de casi un año de hacer mis presentaciones en los semáforos, comencé a sentir temor, sentía que la policía me perseguía, me tomaba fotos, como si fuera una delincuente. Comencé a ver que había ciertos lugares no solo en Colombia, sino en otros países como Ecuador en donde carros lujos pasaban no una sino varias veces por el mismo semáforo, saludándome. Mi intuición de mujer me decía que debía marcharme rápidamente de esos lugares”.
Pero eso no fue lo único que vivió en los semáforos. Tuvo que soportar los insultos en Ecuador, de gente diciéndole que se devolviera para su país.
– No logro olvidarme de ese señor, queriéndome echar el carro encima mientras me gritaba que me fuera de su país- eso fue lo peor que me pasó. Me tiró el carro y me miró con desprecio, como si el arte no tuviera el mismo significado aquí y en cualquier parte del mundo. Yo pensaba que lo artístico rompía fronteras, hasta ese momento.
Ese día quedé con tata rabia que pare de jugar, no me sentía capaz de seguir, en medio de ese tensiónate momento y es que los golpes duros como ese que uno vive en el semáforo lo tocan tanto a uno, que debí alejarme de ese lugar y cerrar se ciclo de emociones y tristezas que me dejó.
Aun así Maya considera que lo más duro que he visto en las calles es la explotación infantil en los semáforos, -he tenido que ver madres poniendo a vender dulces y a tirar pelotas como locos a sus hijos en las calles, para obtener dinero. Esa para mí es la forma más miserable de sobrevivir. Incluso cada vez que veo un acto tan repugnante como ese no me quedo callada. Digo las cosas que pienso y en muchas ocasiones irrito tanto a esas personas, que han llegado el punto de sacarnos, a mis compañeros de trabajo y a mí, a punta de piedras.
¡Es cierto! es imposible negar que el escenario callejero en el que uno está, es más propenso a la muerte, a la explotación y a la desaparición, pero aun así y a pesar de los temores y riesgos, la calle es para entregarlo todo con pasión.
Sé que en la calle se corren muchos peligros a diferencia de los Circos tradicionales en los cuales el peligro que uno corre es perder el dinero en una mala función, o resignarse a dormir mal, a que lo maltraten y a que le paguen una miseria, como me cuentan amigos malabaristas que han trabajado en esos circos.
Sé que la vida en los circos no es fácil y mucho menos lo es la vida en la calle, la verdad me he estrellado muchas veces con la realidad y no puedo negar que me he encontrado escenarios muy complejos en el semáforo, de drogadicción y por supuesto no quiero entrar en ese grupo de personas, a las cuales la gente ve como los viciosos, los que buscan la plata para alcoholizarse porque eso no es lo que yo quiero.
También es difícil lidiar con eso, saber que tu arte en una ciudad tan conservadora como esta se ve opacado por tantos estereotipos que se han creado en la sociedad payanesa. Decir que todos los que hacemos este arte, somos una partida de vagos, drogadictos y delincuentes que afectamos la buena imagen de la ciudad.
Por eso desde que conocí a Jorge, en un reencuentro de esos de amigos que por casualidad ocurren, en el momento en el que uno menos espera, tomamos la decisión de irnos de Colombia. Sentía que las cosas no estaban saliendo bien. Quería volver a Ecuador luego de varias experiencias que había compartido en ese país con otros compañeros malabaristas y vivir otras experiencias.
Así Maya emprendió su aventura en febrero del 2012 a Ecuador. Estuvo allá cerca de 5 meses, compartiendo experiencias en un gimnasio para artistas, que a pesar de no ser muy grande, contaba con toda la instrumentación necesaria para prepararse mejor en la parte de acrobacia, de lanzamientos y de gimnasia. Cosa que la llenaba de emoción porque era su sueño, el poder perfeccionarse y superarse cada día porque esa es la tarea de cualquier artista.
En ecuador lo máximo que alcanzó hacerse en una hora en un semáforo fueron 30 dólares recuerda con mucha emoción. Ella recuerda que se reunía con sus compañeros y hacían ruedos en las plazas de mercado, en los cuales incluían presentador, músicos y hacían sus actos de malabarismo, de contact y de swing para conseguir comida.
Si bien en Ecuador compartieron grandes experiencias, hubo una que los marcó. El 28 de abril de 2012 desapareció de la casa, en la que ellos vivían, una de sus compañeras, una joven de 22 años, estudiante de la Universidad Distrital de Colombia y activista de la Mane.
Desde ese día y hasta la fecha, no volvieron a saber nada de ella. Ellos recuerdan que su cuarto estaba intacto, todas sus cosas, los papeles, sus trufas de chocolate las cuales vendía para vivir en Quito, estaban en su lugar. Ese día desapareció y desde ese momento comenzó todo el proceso y búsqueda de información, sus compañeros salieron y llenaron de avisos cada pared de Quito, querían encontrarla.
Después de este suceso Jorge y Maya debieron esperar cerca de dos meses para poder regresar a Colombia, pues antes debían demostrar ante las autoridades que ellos no tenían nada que ver en su desaparición. Aún siguen buscando alguna pista de su paradero, los padres de su compañera y el embajador colombiano en Ecuador, que les ha ayudado en ese proceso.
Luego de aclarar todo en Quito, regresaron llenos de temores a Colombia, pero aun así siguieron con su pasión, trabajando y haciendo sus presentaciones en plazas públicas, en comunidades indígenas del Cauca y en algunos semáforos de la ciudad.
Ellos tienen claro que quieren hacer circo callejero, pero no pretenden convertir el semáforo en su espacio cotidiano de trabajo y de sobrevivencia para siempre. Tendrán el semáforo como un escenario al que recurrirán cada vez que verdaderamente necesiten recursos para viajar a otros lugares a presentarse o aprender.
Hoy la tecnología y los nativos digitales de esta nueva era, han alejado la esencia artística del circo, incorporando actos innovadores que incluyen deportes extremos para cautivar a la audiencia y han decidido utilizar personajes de Disney world o películas infantiles para atrapan a los niños.
Ese el caso del circo África, que se encuentra ubicado frente a la estación de bomberos de la ciudad. Ellos tienen como acto central un show de motociclistas en el “globo de la muerte”, donde juegan con el riesgo y las emociones del espectador porque de alguna manera desean atrapar a todo el público presente.
Pero para Maya el circo perdió su lugar en los espacios culturales en donde se reunía toda la familia en función de un espectáculo y para ella el circo tradicional viene en una crisis bastante fuerte, en primer lugar por la pérdida de contemplación y asombro en esta era tecnológica y la segunda por la explotación animal, que existía y que llegó a su fin con el nuevo proyecto de ley aprobado por el Senado de la República.
Sin embargo la posición de los circos está cerrada en una idea y es que “desde que existan niños en el mundo, siempre va a existir el circo”, así lo afirma Tito el administrador del Circo África. Esto es totalmente comprensible porque él es la cuarta generación de una familia circense, eso significa que no concibe la vida sin el circo. El problema es cuando la pasión del circo se apaga por la llama del dinero y el sistema capitalista en el que vivimos, pierde su magia.
Tito el administrador del circo África, asegura que después de la aprobación de la ley de prohibición de animales-será duro porque más que un implemento de trabajo son nuestras mascotas. Nos duele porque los hemos tenido desde cachorritos.- Por eso deben recurrir a otro tipo de actos y regresar a las acrobacias como lo hace hoy el gran circo Solei- dice resignado -Un circo que lleva más de 25 años funcionando con un show solo artístico, que no tiene animales y que es actualmente el circo más grande del mundo y lo mejor que cautiva a sus espectadores a través de toda la elegancia, danza y destrezas de sus actos.-
A diario los artistas de ese circo entrenan. En la mañana lo hacen los alambristas una y otra vez. Caminan y mantienen su equilibrio y concentración sobre una fina cuerda que cuelga desde lo más alto de las torres que sostienen la carpa. Siguen los motociclistas en el gran globo de la muerte, dejando su pasión y adrenalina en aquella rueda. Por último los payasos, que intentan hacer cosas diferentes para no caer en la monotonía. Sketchs que intentan sacar sonrisas en grandes y pequeños.
Frente a esto Maya piensa que “El único animal que realmente tiene un espectáculo es el hombre y más cuando el circo logra en este momento que todo sea un hilo conductor de una gran historia, contada desde la imaginación y la fantasía, de la creación de personajes, que hace que exista en este momento una división en lo que es el circo clásico y lo que ahora es el nuevo circo, el circo teatro, el orgánico que es lo que Jorge, mi pareja, y yo hacemos hoy.
Nosotros lo que queremos es lograr transformar la visión artística. Dejar que fluyan las expresiones del cuerpo a través de los malabares, los colores y al alma misma que dejamos en cada calle a donde vamos. Queremos llegar a los que han perdido la fe en el circo tradicional y a aquellos que no tienen la posibilidad de acceder a este acto tan mágico y bonito que adorna tanta tristeza, guerra y sufrimiento que nos persigue.
Así mismo queremos que se amplié la visión del circo, porque ya no es necesario irlo a ver debajo de una carpa, pagando una boleta, sino que lo pueden ver desde su carro en un semáforo, en un parque ó recibiendo talleres en su comunidad.
Yo he hecho varios talleres con niños pequeños en Popayán y otras comunidades del Cauca. La idea es siempre trascender y que el circo siempre sea para niños, porque esa es otra idea en la que lastimosamente cayó el circo y es que la gente adulta dice ya no tener edad para acceder a él.
Por eso la búsqueda es esa, donde los adultos y los abuelos estén invitados a esos espacios de transformación y que sientan que nunca es tarde volver a ser niños. Volver a jugar, a enamorarse de una disciplina y poder construir algo desde el sentir propio, obviamente apoyado por la técnica, pero no regida a ninguna estructura mental, ni pedagógica, sino pensando en que hay muchas posibilidades que el cuerpo nos permite y que son infinitas.
Nuestra preocupación no es el dinero, por eso en algunas ocasiones dictamos los talleres. Hacemos todo el proceso y el aporte es voluntario, lo único que exigimos son los viáticos: hospedaje y comida, pero las risas y el asombro y esa ilusión de los niños del campo es nuestro mejor pago.
“Se amplió el horizonte y la perspectiva del circo, por eso el tradicional al que hay que pagar y en el que torturan animales, no trasciende y tiende a desaparecer”.
Pues con la sencillez de un acto acrobático. La emoción que la danza pone en los movimientos y la necesidad de creación de portales que nos hagan caer en cuenta de esa realidad que se vive a diario en las calles, es lo que siempre busca el circo orgánico.
Convertir algo sencillo en una complejidad sobrecogedora que nos trasporte y nos ponga en el lugar de un equilibrista de circo, en el centro de atención de todos, en un lugar en el que sentimos temor, pero que nos arriesgamos avanzar, un lugar silencioso. Un mundo lleno de magia y fantasía, de destrezas, de asombros, de derrotas y caídas, de alegrías de peligros y caminos que siempre estará a la espera de ser descubiertos y de ser atravesados.